"Y a tí una espada te atravesará el alma." (Lucas 2:33-35)
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A la molestia del cuerpo o la aflicción del alma, le llamamos dolor, sentimiento que rechazamos por naturaleza, pero que no podemos evitar. Todos de alguna manera y en algún momento pasamos por situaciones dolorosas, y es en esos momentos que nos volvemos vulnerables, vemos las cosas y a las personas de otra manera, actuamos diferente, depende de cómo interpretamos la situación si reaccionamos con ira o con tristeza, con desesperación o con paciencia, si hay resistencia o aceptación.
La madre de Cristo, María, al pie de la cruz, valiente testigo, que acompañaba a su hijito del alma en ese momento de tanto dolor, dolor de verlo sufrir, y dolor de madre. En su advocación de la Virgen Dolorosa, María nos dice "Yo estoy contigo" como una madre cariñosa nos acompaña en medio de la dificultad y nos consuela, con palabras dulces.."Que no estoy yo aquí que soy tu madre" abre su corazón de y allí encontramos a Jesús, ese fruto bendito de su vientre, fruto amor y fortaleza.
Cuando te sientas perdido, triste y pienses que no ves la salida, cuando tengas miedo y desesperanza, cuando la enfermedad te pese tanto que sientas que no puedes más, cuando el dolor te intimide y se convierta en tu enemigo, debes saber que no estás sólo, que ´Jesús es el bálsamo que cura tus heridas, y que es María quien aplica ese bálsamo, con enorme ternura, basta con invocar su nombre...María, María, María, para que ella te comparta de su paz y de su amor de madre.
"María, sé la salvación del alma mía"
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Jesús dice: "Madre, he aquí a tus hijos"
Contestación: "Mamita María, gracias por tu compañía"
Acción de Jesús: "Amar a su madre con un amor perfecto y divino "
Compromiso de Acción: Contar a alguien un testimonio con la mamita.
Gratitud: "Gracias Jesús por darnos a tu madre."
Con Cariño y Respeto
Edith Rizo
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